23/5/13

EN BUSCA DEL TRABAJADOR AUTODISCIPLINADO


En este artículo se describen las diversas lógicas de control organizacional mediante el análisis del discurso de entrevistas individuales a treinta y cinco trabajadores de diversa índole y once grupos de discusión. Mediante la investigación observan que, a parte de las clásicas formas de control en las que se apoyan (Foucault, Marx, Weber…), han aparecido nuevas modalidades y lógicas que vienen dadas por un mayor distanciamiento entre el trabajador y, lo que denominan, fuente de poder. Estas nuevas modalidades se caracterizan principalmente por una independencia y por atribuciones de control a los trabajadores. Las nuevas relaciones de control son más difusas y difíciles de captar, lo que las convierte en técnicas de poder más peligrosas para combatir contra ellas.




Sin detenernos más en los detalles de la investigación, tales como la metodología o las conclusiones, vamos a comenzar con el análisis de los diferentes conceptos que vienen explicados en el texto de forma clara y concisa.

El artículo comienza con el estudio que realizan las ciencias sociales sobre el control organizacional, este control está asociado a las formas organizacionales específicas que han sido configuradas en un contexto histórico determinado e influidas por las transformaciones que se ha sufrido el entorno de la organización y que al que éste debe adaptarse (Revilla y Tovar, pp.48). Se citan tres perspectivas clásicas de control: la perspectiva marxista  que, apoyándose en la historia de las organizaciones, busca la descripción de las formas de control organizaciones que se han desarrollado en la misma, las cuales son (Edwards, 1979) el control simple o jerárquico (propio del siglo XIX), el control tecnológico (tayloriano) y el control burocrático (principal desarrollo en 1950); en segundo lugar encontramos a las teorías de control de Burawoy, que distingue dos tipos de regímenes industriales, aquel que enfatiza más en la coerción (despótico) y el segundo el consentimiento (hegemónico); concluye estas perspectivas con las teorías weberianas, según las cuales el control del trabajo capitalista se erige a través de la racionalidad y legitimidad de la forma organizacional. Siguiendo con los clásicos, se cita la importancia del análisis que Foucault realiza en su obra Vigilar y Castigar en 1975, puesto que él considera que la sociedad moderna  está basada en el poder disciplinario que persigue la obediencia de los trabajadores y ciudadanos mediante el adiestramiento y el castigo correctivo, se distinguen tres características del poder disciplinar: el panóptico, basado en la supuesta vigilancia continua; el adiestramiento, que es el proceso de normalización y sometimiento de los individuos  que implica una clasificación según su rendimiento; y, por último, el autodisciplinamiento, es decir, el esfuerzo individual para conseguir la perfección mediante, por ejemplo, la continua competición que se fomentan desde la escuela para ser el mejor alumno.


Siguiendo nuestro análisis, trataremos esas nuevas lógicas de control organizacional, caracterizadas, como hemos dicho en líneas anteriores, por una búsqueda en la que el trabajador se autorregule y tenga iniciativa (Du Gay, 1996) para una mejora en su rendimiento, es decir, la sujeción moral o autosujeción. Estas formas vienen determinadas por nuevas formas ejercer el control externas al sujeto: el control concertivo o normativo (vigilancia entre iguales), el control clientelar (dependencia directa con el cliente), el control por resultados (incentivos económicos para trabajadores más productivos en el menor tiempo posible); por último, los autores se cuestionan si la precariedad y la flexibilidad en el trabajo puede construir un autodisciplinamiento, y de ser así cómo es posible, la respuesta la encuentra (parafraseando a Bauman, 2000) en la lógica fluida. Está lógica se basa en una ausencia de criterios y normas de funcionamiento, dejando a los trabajadores perdidos y desprotegidos. Si entendemos que la flexibilidad es uno de los principios más importantes del modo de regulación postfordista, no debería sorprender que una de las lógicas de control emergentes sea la lógica fluida.



Habiendo concluido con su investigación, los autores hallaron seis formas de control organizacional. La primera con la que nos encontramos es la lógica panóptica consiste en la vigilancia de los sujetos, tanto si es mediada a través de mecanismos espaciales mediante supervisores como mediante mecanismos tecnológicos. Esta lógica incluye tanto el control simple de Edwards (1979) como el poder panóptico de Foucault (1975). Así mismo, estas dos perspectivas, están caracterizadas por la concentración de los trabajadores en espacios cerrados e institucionalizados sometidas a vigilancia constante para mejorar su rendimiento. Este mecanismo de control establece al mismo tiempo una sujeción de tipo coercitiva, física y directa (Crespo et al., 2006[5]). La segunda, la lógica formalizadora consiste en la existencia de un conjunto de normas formales y racionales cuya finalidades son organizar el trabajo de los sujetos y establecer relaciones sociales jererquizantes (Revilla y Tovar, pp. 54). Esta lógica enfatiza en la racionalidad, la previsión, la impersonalidad… de la burocracia. El control que se ejerce sobre el trabajador se consigue haciendo una comprobación del buen funcionamiento de la organización, confirmando que se respetan las reglas de la institución. Esta lógica de control está relacionada con la clasificación de los sujetos mediante el establecimiento de rangos. Se distinguen, por lo tanto, dos mecanismo de control: el burocrático y el tecnológico. La tercera, la lógica benevolente, en esta forma de control cobra relevancia la negociación colectiva (Burawoy, 1979) y la intervención del Estado para limitar la dominación que la empresa ejerce sobre los trabajadores (Burawoy, 1983), dando lugar a un régimen hegemónico. En esta lógica de control se modifican las bases normativas que hasta entonces habían tenido las organizaciones, alargando los puestos de trabajo, otorgando beneficios sociales y aumentando los salarios; puesto que se entiende que es la organización quien debe motivar a sus trabajadores para una mejora en su rendimiento y no viceversa. En la cuarta, la lógica productivista, la auto-regulación del comportamiento del propio trabajador es fundamental para unos resultados productivos. Dentro de este principio se distinguen tres tipologías de controles en las cuales el elemento más importante es la autonomía y la motivación que se de a sí mismo el trabajador, estas son el control por resultados, el control clientelar y el control mercantil. La quinta es la lógica relacional que consiste en la adaptación del trabajador a un sistema de control de tipo grupal, en el que se ejercen presiones de grupo de distinta índole, por lo que una de cualidades fundamentales de esta lógica es la capacidad para manejar relaciones interpersonales (Revilla y Tovar, pp. 60). En la lógica relacional el trabajador ajusta su conducta y sus necesidades, así como sus metas a las expectativas de sus compañeros. Este forma de control tiene gran influencia hoy en día, puesto que el trabajo grupal está en la cima en el mundo empresarial. Es aquí donde el control concertivo tiene mayor importancia. Y, por último, la lógica fluida, ya explicada en párrafos anteriores.

A modo de conclusión, hablaremos de los métodos difusos de control y de castigo del poder a lo largo de la historia, basándonos en el libro de “Vigilar y castigar” de Foucault, compararemos dos épocas históricas diferentes, los métodos utilizados en la Edad Media para castigar y controlar al pueblo y nuestra época actual.

Foucault explica como se ha pasado de un castigo público y físico para implantar el miedo y así controlar a la sociedad. A lo largo de la historia, el castigo ha evolucionado, se ha vuelto más difuso, más difícil de captar, y como ya hemos dicho, más difícil de luchar en su contra. Así, desde la primera socialización nos enseñan, hablando ahora en términos de Freud, mediante el super-yo a controlar a nuestra esencia más biológica, aquella que se deja llevar por las necesidades y placeres más animales, el ello. Nos socializan, así, en el auto-control, en el auto-castigo utilizando como base las normas, valores y estructuras socialmente aceptadas. El ejemplo más radical es la cárcel. El sistema de prisión represiva, es decir, de la prisión como castigo, no ha sido establecido hasta finales del siglo XVIII. Así, se crean las prisiones como sistema de represión partiendo de la idea de que la prisión iba (y así ha sido) a ser un sistema de reeducación de los criminales, de redisciplinar a los individuos. Después de una estancia en la cárcel, gracias a una domesticación más de tipo militar que escolar, se iba a poder transformar a un delincuente en un individuo obediente a las leyes. Se buscaba la producción de individuos obedientes, mediante castigos más psicológicos, como la despersonificación o la pérdida de noción del tiempo.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:



  • Edwards, Richard C. (1979): Contested Terrain: The Transformation of the Workplace in the Twentieth Century, Nueva York: Basic Books.
  • Foucault, Michel (1975): Surveiller et punir, París: Gallimard.Du Gay, Paul (1996): Consumption and Identity at Work, Londres: Sage.
  • Crespo, Eduardo, Juan Carlos Revilla y Amparo Serrano (2006): «La psicologización política del tra- bajo», en A. Dorna (ed.), Psicología Política, Bogotá: Psicom Editores. Libro electrónico.
  • Crespo, Eduardo, Juan Carlos Revilla y Amparo Se- rrano (2006): «La psicologización política del tra- bajo», en A. Dorna (ed.), Psicología Política, Bo- gotá: Psicom Editores. Libro electrónico.
  • Burawoy, Michael (1979): Manufacturing Consent, Chicago: University of Chicago Press.
  • Burawoy, Michael (1983): «Between the Labor Process and the State: Factory Regimes under Advanced Capita- lism», American Sociological Review, 48: 587-605.
  • Laplanche, Jean y Jean-Bertrand Pontalis, Diccionario de Psicoanálisis, Paidos, Buenos Aires 9ª. Edición 2007 (Título original: Vocabulaire de la Psychanalyse, 1967).

1 comentario:

Lucas Martínez dijo...

Me resulta realmente aterradora esa lógica economicista que parece que baña todas nuestras vidas y relaciones personales, como si todo lo que ocurriese en el mundo pudiese ser explicado mediante la lógica economicista o mercantil.

De hecho me ha recordado bastante a Bauman,exactamente a su teoría del “Amor líquido”, donde habla de que en las sociedades que se caracterizan por contar con un capitalismo avanzado están apareciendo, cada vez de forma más visible, algunas tendencias que afectan a cómo se entienden las relaciones personales. La tendencia al individualismo hace ver las relaciones fuertes como un peligro para los valores de autonomía personal. A esto se une la generalización de la ideología consumista que provoca la mercantilización de varios ámbitos de la vida. En este sentido el resto de personas empieza a verse como mercancías para satisfacer alguna necesidad, y el amor se convierte en un "bien" de consumo mutuo guiado por la racionalidad economicista. En este contexto los vínculos afectivos estables se convierten en una hipoteca...la idea del matrimonio, el "hasta que la muerte nos separe", deviene un plazo inasumible en una sociedad marcada por el eterno presente y el usar y tirar de la sociedad de consumo.
En definitiva, señala que cada vez es más palpable la realidad de que vivimos en una sociedad donde se consumen relaciones del mismo modo que se consumen objetos, cuando una relación (u objeto) no nos aporta los beneficios que exigimos la sustituimos por otra, debido a la gran oferta en el mercado.

Aunque afortunadamente, a mi modo de ver, no es una situación que se esté dando en todos los casos ni en todas las sociedades, aunque eso tampoco tiene que quitarle importancia.